Mirador de la Peña Rondán
Fue precisamente al abrigo
de las cuevas formadas por la erosión del agua en la roca caliza donde
habitaron los primeros villareños. Desde pretiles calizos, como la Peña Rondán,
los primitivos habitantes controlaban el arroyo de la Vega durante la Edad del
Bronce.
Hoy en día, los asentamientos en la línea del pretil, como
covachas y cuevas que pudieron verse ocupadas y ser lugares de hábitat en
épocas prehistóricas, han desaparecido o se han visto cubiertas por toneladas
de piedras y tierra. Es muy probable que algunas de las que observamos ahora,
pudieron servir de refugio y hábitat más o menos estable en épocas
postpaleolíticas, pero su ocupación en el transcurso de los siglos ha ido
eliminando los sedimentos o estratos antiguos con la consiguiente desaparición
de los testigos de la cultura material.
En la actualidad son visibles perfectamente una serie de
cuevas en el pretil calizo del arroyo de la Vega en la zona llamada Peña Rondán
que se corresponde, según otros mapas con el Tocador. Concretamente las
llamadas la Siena y la Cuadra, que son de difícil acceso, aunque en ninguna de
ellas se han detectado vestigios arqueológicos, signos, restos pictóricos o grabados
de épocas prehistóricas. Es posible que parte de los bloques desprendidos
formaran parte de las cuevas de hábitat antiguo.
Es en la colosal Peña Rondán donde se hace más visible cómo
la acción del agua ha labrado a su antojo el suelo formando grutas y galerías
que, antaño refugio de pastores, hoy sirven para el disfruta de los escaladores
y como lugar de nidificación de algunas aves.
Es llamativo el
bosquete de cornicabra, arbusto de la familia del pistacho, que en otoño
adquiere un intenso color rojo, del que se puede disfrutar en la base de la
peña y que supone un atractivo para el visitante que se adentra en este paraje
cargado de simbolismo y tradición para los villareños.
Es aquí donde, cada 5 de febrero, las villareñas invitan a todo el pueblo a un almuerzo a base de barbacoas, tortillas y limonadas para celebrar la festividad de Santa Águeda, patrona de las mujeres. Una tradición que se ha recuperado en los últimos años y que atrae cada vez a más gente dispuesta a disfrutar de un día en la Naturaleza.