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Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua

La iglesia parroquia de Nuestra Señora de la Antigua es, indiscutiblemente, el edificio más representativo del patrimonio histórico-artístico villareño. Ligada a los orígenes de la villa, la iglesia es una de las mejores representaciones del románico rural de la Comunidad de Madrid.

Su advocación puede que pretendiese reivindicar la condición antigua de los cristianos de Villar del Olmo, en un periodo, lo siglos XI y XII, en los que el valle del Tajuña fue tierra de frontera entre moros y católicos.

Así, desde su fundación, la parroquia de Villar fue parte del paisaje hasta que, durante la segunda mitad del siglo XVI, se llevó a cabo la más importante reforma y ampliación del edificio, con la creación del transepto que le otorga su actual planta de cruz latina. A la nave principal se le añadieron otras dos laterales, separadas por ocho columnas de fuste liso, de las cuales aún es visible una, arcos de medio punto, y se cubrió el crucero con la cúpula sobre pechinas que se ha conservado hasta nuestros días.

A finales del siglo XVII se construyó el retablo del altar mayor que preside la iglesia. De características barrocas y enclavado en la tradición madrileña, está compuesto por cuatro columnas corintias estriadas (dos exentas y dos adosadas) que estructuran el conjunto en tres calles, de las cuales, la central conserva una imagen del sagrado corazón, destacando por su relieve frente a la planiciedad del resto.

Un retablo en el que un pequeño Cristo crucificado realizado con madera de pino de Valsaín preside un calvario pintado sobre tabla que hace de fondo de la escena y confiere al conjunto una armonía y sencillez propias del entorno.

Pero si la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua destaca es por la capilla anexa dedicada a la Purísima Concepción. Erigida en 1908 por orden del Arcediano de la S.I. Metropolitana de Burgos, esta capilla cuadrangular es un conjunto religioso con una monumentalidad muy alejada de los cánones de la zona. De estilo neomudéjar, propio de las edificaciones religiosas madrileñas de la época, se construyó combinando paños de mampostería de piedra caliza, con hiladas de ladrillo.

En su interior destaca su planta circular y su esbeltez, acentuada por las pilastras de fuste cilíndrico que, apoyadas en jabalcones, parecen reflejar las del exterior. La cúpula de media naranja con vanos verticales y vidrieras de colores a los puntos cardinales iluminan la estancia, compitiendo con la propia nave de la iglesia en volumen, altura y belleza.

La mayor parte de la imaginería se perdió durante la Guerra Civil. Nada queda pues del retablo barroco de la Inmaculada, la pintura de San Pedro y San Pablo, otra de la Trinidad, ni de la pequeña imagen del siglo XVII de Cristo o la escultura barroca del Niño Jesús. Un expolio que significó el comienzo de la decadencia de la parroquia y que se agudizó con la traumática reforma efectuada en 1950.

En el lateral izquierdo de la iglesia, dentro de una hornacina, se encuentra una imagen de vestir barroca del siglo XVII de la patrona de Villar del Olmo, Nuestra Señora de La Soledad. 

Pese a poner de manifiesto algunos elementos ocultos de la arquitectura del templo, como una cripta y la portada original abierta hacia la plaza Mayor, las obras devolvieron al templo su aspecto de una sola nave, eliminando las capillas laterales, la sacristía y algunos retablos. También se eliminó la torre que daba acceso a la espadaña, se cercenó el campanario, el vano se sustituyó por un óculo y se expoliaron varias lápidas con relieves.

Pero no sería esta la última desafortunada reforma, en los años 70 se eliminó el púlpito de hierro del siglo XVII, los altares laterales instalados en los años 50 y se hizo un cubrimiento de ladrillos que ha llegado hasta nuestros días.

Pese a ello, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Antigua continúa siendo una de las maravillas de la Alcarria madrileña y una pieza única del románico rural de la región.